Quito entra en un semáforo amarillo con matices, luego de que varias actividades se habían reiniciado en la práctica. Todos debemos actuar con precaución y producir con ahínco.
Tras largas semanas de confinamiento y grandes expectativas, los vecinos de Quito se aprestan a vivir un nuevo momento de trabajo y reactivación.
Hoy cambia el color del semáforo. Quito deja atrás la luz roja -que no fue respetada cabalmente- y se muta hacia una nueva realidad de alerta modificada y productiva.
La economía del país y de la capital en particular, un músculo comercial, industrial y activo, ya no aguantan más encierro. El sacrificio colectivo con el fin de preservar la salud y la vida se llevó, en general, con paciencia y civismo pero todo cambia.
Unas pautas generales de convivencia civilizada y actividad prudente marcan la hora a la que arribamos. Lo primero que los habitantes del Distrito Metropolitano deben hacer es observar las normas de higiene.
Lavarse las manos con frecuencia, usar alcohol y gel, no dejar las mascarillas en casa y guardar distancia.
Eso es imprescindible para que las nuevas tareas en las que desde hoy se empeñarán los quiteños y quienes viven en la capital se hagan bien.
Un aspecto que interesa es que las personas tengan conciencia personal. Un factor clave para preservar la salud personal y familiar.
Otro punto importante es el acompañamiento comunitario al nuevo momento que hoy iniciamos.
En esa nueva realidad suman protocolos en fábricas, almacenes y locales con suficientes espacios descongestionados y horarios distintos.
Esa disciplina que la pandemia nos impone marcará los ciclos productivos y aprenderemos a construir estos nuevos escenarios.
Las empresas deben formular claros protocolos de distancia social. Los empleados deben observarlos. Los circuitos de trabajo deben ser bien coordinados y ajustados al nuevo momento que vivimos.
Es indispensable que el transporte también se cuide con máxima sanidad y distancia para evitar que el virus viaje en auto o colectivo.
Debemos aprender a convivir con el virus sin espacio al contagio; trabajar sin descanso para levantar el ánimo y reconstruir la economía personal y nacional agotada.