La información, por curiosa, llamó la atención. Un desconocido intentó entrar en la embajada ecuatoriana en Londres.
Varias horas después del oscuro suceso todavía no se reciben las debidas explicaciones sobre lo ocurrido.
La oficina diplomática de nuestro país es el hogar, desde hace largos cuatro años, de Julián Assange, el pirata informático australiano. Es el tercer caso más largo de la historia en esta materia.
La legación diplomática se halla en un edificio y no es el único departamento de esa dirección. La protección corresponde al Gobierno del país anfitrión y esa fue la causa de la observación que realiza la embajada ecuatoriana.
En octubre, Scotland Yard retiró la vigilancia que le suponía ingentes recursos económicos y sustituyó la guardia con cámaras de seguridad.
El asilo de Assange ha ocasionado molestias en el vecindario por la constante vigilia periodística, en especial cuando el pirata informático ha convocado a la prensa o el giro de la noticia suponía algún hecho noticioso.
Varias autoridades, incluidos dos cancilleres -Ricardo Patiño y Guillaume Long- , han visitado al asilado, quien es reclamado para responder sobre supuestos delitos sexuales por la justicia sueca. El Ecuador ha gastado fondos públicos en mantener a Assange, quien entró por su cuenta y riesgo en la sede diplomática y cuya presencia ha perturbado las relaciones entre nuestro país y el Reino Unido. Es hora de buscar una salida a este enojoso episodio.