Las señales reiteradas de estos días conducen a afirmar que el Régimen quiere dar más peso a la empresa y a la inversión privadas.
Durante años se modificó la incidencia del Estado en la economía, al punto de desbalancear la participación privada.
También durante años se desdeñó la inversión extranjera directa. Hoy, el mapa señala un cambio de perspectiva y un aterrizaje en una nueva realidad.
La baja del precio del petróleo en un modelo dependiente de las materias primas, así como el desbalance entre importaciones y exportaciones, configura un panorama difícil frente al cual no basta buscar nuevas fuentes de créditos.
Es verdad que muchas veces se habló del cambio de Matriz Productiva pero no se sembraron las bases para crear confianza. También es cierto que en el momento de negociar un acuerdo con la Unión Europea se regresó a ver al sector privado; sin embargo, el discurso duro y la autosuficiencia para manejar los temas económicos y la producción parecían prevalecer.
Hoy, cuando se reconoce que estamos en contracción económica, que no creceremos y hasta decreceremos, cuando todavía no se acepta que la reducción del gasto corriente debiera ser un foco de ajuste, la idea de relanzar con fuerza la apertura parece ganar terreno.
Más allá de la consecución de empréstitos, que pagarán los próximos gobiernos, y abrirse a la inversión, el momento es distinto. Muchas veces, la política realista es hacer lo que se necesita y no lo que se quiere, y tal parece que ocurre.