El presidente estadounidense Donald Trump ordenó un violento aunque corto ataque aéreo a una base militar siria. El mundo reaccionó con sorpresa.
El conflicto múltiple en Siria ya lleva seis años y ha dejado cerca de 300 000 muertos. Una guerra civil de varios grupos armados contra el régimen autoritario de Bashar Al Asad fue apoyada en su inicio desde Occidente. Hoy, Rusia, el tradicional vendedor de armas a Siria, es su principal soporte.
A Siria le sobrevino, a más de esta guerra civil con varios rebeldes armados, el ataque brutal del autodenominado Estado Islámico. Un mapa de guerra tan complejo como confuso y tan brutal como sangriento.
Esta semana, un ataque con armas químicas y las imágenes desgarradoras de los niños muertos, provocó el ataque estadounidense que dejó seis muertos.
El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas trató una vez más el tema, en medio de discusiones entre los delegados de Rusia y Estados Unidos.
Los rusos sabían del ataque pero Vladimir Putin condena el bombardeo norteamericano, lo mismo que Irán. China se opone al uso de armas químicas pero no condenó el ataque de EE.UU. (ordenado cuando Xi Jinping visitaba a Trump). La Unión Europea y otros países pro-occidentales apoyan la gestión. El ataque preludia próximas intervenciones y una escalada militar en una zona particularmente caliente.
Y Trump suma puntos en el termómetro de opinión pública interno.