Este año ha traído noticias que han tocado las fibras íntimas de los ecuatorianos. Por ejemplo, el abuso sexual a niños dentro del sistema educativo empezó a denunciarse de modo sistemático desde hace varios meses, lo cual hace necesario una respuesta social, desde luego no solo a través del juzgamiento y la sanción sino a través de la prevención.
Una forma extrema de abuso es la muerte de la víctima. En estos días, Loja en particular y el Ecuador en general, lloran la muerte de Emilia, una vida arrebatada tempranamente de la peor manera. Los actos criminales encierran comportamientos extremos y desequilibrados de los que hay que salvaguardar sobre todo a los más pequeños.
El caso de esta niña lojana no es, sin embargo, aislado. Las desapariciones de menores se cuentan por cientos en las estadísticas disponibles desde 1970, y el mayor porcentaje es de sexo femenino, como lo refleja el reportaje que publicamos hoy. Y el infanticidio también aparece en esas cifras oprobiosas que debemos cambiar como sociedad.
Los delincuentes suelen pertenecer al entorno cercano de sus víctimas. Los familiares deben estar muy atentos para detectar cualquier situación de riesgo y, sobre todo, darse cuenta de las alertas, por mínimas que sean.
En medio del dolor ante un hecho tan grave como el sucedido en Loja, y ante el cual nadie debe permanecer indiferente, destaca la actitud del padre de la pequeña, quien es capaz de perdonar y salir del círculo de la venganza.