Con coherencia plena con el discurso del 24 de mayo y la oferta de campaña, Lenín Moreno emprendió sin rémora el diálogo.
La apertura y convocatoria no ha podido ser más amplia. Empresarios, indígenas, militares y policías, gremios de trabajadores, alcaldes y prefectos, diversos sectores ciudadanos que componen el crisol de la sociedad.
Además, y para un caso concreto, llamó a los excandidatos presidenciales a poner su concurso en la lucha contra las drogas, que debe ser una causa nacional. La respuesta ha sido generosa de sus adversarios políticos.
Si bien es cierto que luego de los diálogos y de las mesas de trabajo se esperan orientaciones concretas que aterricen en políticas de Estado, no hay que ser ingenuos para pensar que todo será color de rosa. Como punto de partida es una brillante iniciativa, que merece atención y acompañamiento.
Pero suena inconcebible que las críticas más acres hayan llegado desde algunos dirigentes del movimiento oficialista. Ellos no debieran olvidar algo que repitieron: quien ganó la elección es Moreno y tiene derecho a elegir caminos. Y también la obligación de apartarse de la disciplina partidista para gobernar para todos los ecuatorianos. Así debería interpretarse su mano tendida.
Luego de ciertas tensiones, la Asamblea y su mayoría de Alianza País proponen otro diálogo con distinta metodología, habría que seguirlo y sacar conclusiones. Caminos democráticos como estos merecen su oportunidad.