La noticia con la que se despertó ayer el mundo -la decisión del presidente Lenín Moreno de quitar el asilo al ‘hacker’ Julian Assange- se veía venir.
La situación se había vuelto insostenible en la Embajada de Ecuador en Londres, donde Assange estaba alojado desde 2012, debido a sus reiterados incumplimientos de las normas internacionales sobre el asilo.
El gobierno del expresidente Correa fue permisivo con el asilado y buscó salidas que incluyeron un muy dudoso procedimiento de nacionalización con la pretensión, negada en su momento, de que el Reino Unido lo aceptara como diplomático para que dejara la Embajada sin rendir cuentas a la justicia de ese país.
El aspecto humanitario siempre pesó en el análisis, en función de las condiciones en que se encontraba Assange, luego de años de asilo, pero en el otro lado de la balanza también pesaban su activismo político y las reiteradas denuncias de su permanente mal comportamiento.
Assange aceptó un protocolo que el Gobierno estima fue irrespetado, y esto motivó la decisión presidencial. Ahora Assange está en manos de la justicia británica por haber violado la libertad condicional en 2012, y hay un pedido de extradición de parte de la justicia estadounidense.
Las actividades del ‘hacker’ y de su organización han tenido repercusión mundial y no es extraño que el debate sobre su futuro tenga esas mismas dimensiones. En Estados Unidos se sigue con interés el resultado de un juicio por las filtraciones de secretos militares en el 2010.
También el Gobierno sigue pistas sobre posibles actividades de pirateo informático en el Ecuador con fines políticos, lo cual pinta todas las dificultades del caso de un personaje que gozaba de la institución del asilo pero no estaba dispuesto a respetar sus inevitables restricciones.
La Relatoría de las Naciones Unidas seguirá haciendo su trabajo y el Gobierno con seguridad tendrá todos los argumentos para sostener su decisión. Este largo contencioso ha sido costoso para el país en varios aspectos, y su desenlace -interna y externamente- no iba a ser fácil.