Colombia tiene ya un camino para la paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Acaso no el más deseable, pero el menos malo.
El miércoles, con 250 votos a favor y cero votos en contra, se aprobó el nuevo plan de paz. Se espera que ahora sí el acuerdo permitirá que el grupo narcoterrorista de las FARC deje las armas luego de 50 años de lucha, y un desangre con más de 250 000 muertos.
Es verdad que los cero votos en contra pueden ser mentirosos. Ninguno de los legisladores de las fuerzas opuestas al Plan de Paz original, que se negó en el plebiscito del 2 de octubre, estuvo a la hora de votar. No se sabe si es una manera de protestar o una forma de evitar que sus nombres queden registrados para la historia como los de quienes se opusieron a la aprobación de la paz.
El nuevo documento de 310 páginas fue negociado rápidamente en La Habana por los representantes del gobierno de Juan Manuel Santos y la cúpula de la guerrilla. Todo un contraste con los cuatro años de negociaciones inviables antes de la firma ocurrida en Cartagena, que luego no se refrendó.
Tras la negativa en el referendo para aprobar el documento tal y como había sido concebido originalmente, el Gobierno y los opositores concordaron en replantear 60 puntos ; se alcanzó acuerdos en 57 de ellos, que hoy ya cuentan con la aprobación del Legislativo.
Colombia y el mundo esperan que la paz llegue, con justicia y reparación. Ecuador es testigo de primera fila.