El equilibrio

Jorje H. Zalles
jzalles@elcomercio.org

Rodeados como estamos de enormes desequilibrios, que con frecuencia engendran pavorosa violencia, es interesante explorar el concepto de “equilibrio” en los campos de las emociones, la sociedad y la política.

El equilibrio emocional significa que la consciente percepción de nuestras emociones, en especial las destructivas, no avasalla la de nuestras ideas, en especial las éticas. Equilibrada es, o está, por ejemplo, la persona que aun sintiendo enrome indignación ante un atropello logra evitar cometer otro atropello en retaliación.

El equilibrio social se da cuando distintas corrientes de pensamiento y diferentes grupos dentro de una sociedad cohabitan sin que una avasalle a las otras. Y el equilibrio político se da cuando los partidos, las tendencias ideológicas, los poderes de un Estado –en los términos de Montesquieu, que algunos pretenden dar por obsoletos, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial- se respetan mutuamente y buscan colaborar para el bien común, en vez de tratar de aniquilarse mutuamente o de ejercer dominio sobre los demás.

¿Es deseable el equilibrio emocional, social, político? Creo que el equilibrio emocional es de indudable valor. Constituye la esencia de la paz interior, que es la base de la capacidad para amar y para ser feliz. También considero deseable el equilibrio social y político. Es expresión, por un lado, de libre y vital creatividad, que se manifiesta en aquellas distintas corrientes de pensamiento y diferentes tendencias ideológicas que en principio chocan. Pero, por otro lado, es también expresión de la voluntad de conciliar, y así evitar que ese choque lleve a la derrota de unos u otros.

Es importante notar que para que se dé un equilibrio, es necesaria la presencia de dos o más fuerzas o tendencias contrarias. El equilibrio está en la forma en que se relacionan entre sí. No cabe pensar, por ejemplo, que en Cuba o en Corea del Norte existe “equilibrio” entre el Régimen dominante y sus opositores. Tampoco cabe plantear que el ISIS está estableciendo un “equilibrio” entre los sunitas y los chiitas en Iraq. Esos son simples casos de dominio-sumisión, no de un relacionamiento más sano, cuya base es el respetuoso contrapeso mutuo.

¿Cómo se logra el equilibrio emocional, social y político? Demanda disciplina de las propias emociones; la voluntad de respetar al otro y no quererlo avasallar; la aceptación de la propia falibilidad, que nos defiende de la pretensión a ser dueños de la verdad; y la humildad para aceptar que cualquier equilibrio que podamos establecer perderá su estabilidad, y tendrá que ser abordado otra vez, en busca de uno nuevo. Todo esto solo puede lograrse a base del pensamiento.

El drama, como alguna vez dijo David Ben-Gurion, es que “Pensar es un arte extenuante. Pocos lo practican, y solo raras veces”.

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