Ivonne Guzmán
iguzman@elcomercio.org
Acá va una contrapropuesta a la Secretaría del Buen Vivir (sin encuestas profesionales de por medio; pura intuición). ¿Qué tal si en lugar de promover a como dé lugar el buen vivir, nos dejan vivir o malvivir si así lo queremos? Tengo la corazonada de que todos, incluidos los señores de la Secretaría, seremos muy felices. O sea happy, como en la canción de Pharrell Williams.
Es más, hasta podríamos gastar varios millones adicionales por derechos de autor y usar el tema de Williams como banda sonora de nuestro próximo promocional turístico, para reemplazar a la manoseada ‘All you need is love’. Piénsenlo; no doy consejos gratis todos los días.
Dentro de la contrapropuesta, que salió de un FODA casero (Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenazas) que hice del Gobierno, incluyo una oportunidad que nos devolvería la sonrisa a muchísimos ecuatorianos: la disminución de la burocracia. Evitémonos la Secretaría del Buen Vivir. Les juro que seríamos happy, happy, con menos empleados públicos a los que pagarles de nuestro bolsillo.
Porque uno de los problemas de esta Secretaría es que huele a patafísica; ¿cómo les seguimos pagando si no sabemos a ciencia cierta por qué hacen lo que hacen ni los empleados de la Secretaría nos pueden dar indicadores? Nadie nos puede obligar a seguir pagando para producir videos de motivación o mantener cuentas de Twitter llenas de frases célebres, verdades de Perogrullo y fotos de Freddy Elhers.
Y si añadimos el trabajo en valores que quieren hacer, la cosa se pone espinosa. Se lo dijo Elhers a El Telégrafo: “Han sido 53 programas donde están los temas más variados para promover la práctica de valores (…)”. ¿Qué valores? ¿Los de quién? Gracias, pero no gracias.
Para el tema platas también tengo una salida. En caso de que fueran los USD 12 190 173, que publicó este Diario la semana pasada (aunque Elhers asegura que es aproximadamente la mitad), los que tiene previstos gastar la Secretaría en cuatro años, si los dividimos para los 14 483 499 de habitantes que somos (censo 2010) nos tocan 0,84 dólares por cabeza.
Señores de la Secretaría, déjennos hacer lo que queramos con esa plata (que es nuestra). Habrá quienes se ahorren los pasajes de bus de un día y se sentirán si no felices, aliviados; o algún masoquista que se compre un periódico, felizote; almas generosas que decidan donarlos; y otros que se junten entre muchos para financiar una obra que haga feliz a todo un barrio; los previsivos que con esos centavos inaugurarán una alcancía; o el que decida no hacer nada ni le interese esa plata.
En todo caso, la principal obligación del Estado es garantizarnos esa decisión individual y libre, que es una de las mayores felicidades que puede experimentar una persona. Si no me creen, pregúntenles a los chinos beneficiarios de los campos de reeducación y de la revolución cultural; esta última, el bueno de Elhers dice que también la quiere impulsaracá. ¿Felices?