Alfredo Negrete
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Varios escritores -Vargas Llosa, Jorge Edwards, Enrique Krause y otros-, se han dirigido públicamente a los gobiernos amigos del país venezolano pidiendo una intervención en favor de la vigencia de la democracia en ese país.
En el párrafo primero, la conocida posición antichavista no expresa ninguna novedad. Dicen: “La vida pública venezolana está siendo sofocada por los herederos de Hugo Chávez. Están tomando las funciones públicas como si fueran de su propiedad privada. Actúan como propietarios de Petróleos de Venezuela y de los poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial, fiscal y electoral. Han limitado crecientemente las libertades ciudadanas, comenzando por la de expresión”. Este párrafo es tan genérico que pudiera ser aplicado a situaciones similares de otros países.
Sin embargo, en la parte final se perciben novedades que superan los marcos de la oposición radical o los de la adhesión incondicional: “Hacemos un llamado a los gobiernos que tengan relaciones amistosas con el Régimen venezolano para que aboguen por los venezolanos que, en condiciones cada vez más precarias y angustiosas, luchan por la libertad y anhelan la reconciliación democrática para impedir la dictadura. En particular, pedimos la liberación inmediata de Leopoldo López, el cese del hostigamiento contra la oposición y el restablecimiento de la pluralidad en los medios de comunicación, los órganos electorales y judiciales”.
El análisis del texto es complejo. No atacan al Gobierno, pero abogan por la libertad. No exigen una restauración sino una reconciliación democrática que impida una dictadura, lo que significa que para los autores no existe en la actualidad un Régimen de esa naturaleza en Venezuela.
Lo singular de esta situación es que existe una propuesta de un acuerdo político que logre superar la actual situación que conduce, a pasos lentos pero firmes, a una violencia radical o regresar a los viejos tiempos donde las Fuerzas Armadas, mediante golpe militar imponían el orden, asumían el poder y luego lo dejaban huyendo por la puerta de atrás. En consecuencia, proponen una concertación política como la salida menos costosa. Este ensayo en el Ecuador de hoy sería imposible, pues no hay espacio para un acuerdo. Todo se ahoga en una tormenta de vanidades: “Si es necesario una frente de oposición, estoy de acuerdo, pero Yo lo dirijo; si se trata de un pacto electoral, Yo y mi partido lo conducen o si hay que recoger firmas para una consulta, Yo y mi partido, lo hacemos”.
Es importante recordar que en Venezuela existió una concertación a la caída de la dictadura de Pérez Jiménez. Fue el Pacto de Punto Fijo celebrado entre AD, Copei. URD y otros. Permitió la estabilidad política por más de dos décadas hasta que la alternativa del neopopulismo los sustituyó cuando habían caído en el desgaste y el desprestigio. Así es la historia: no existe la eternidad, ni para unos ni para otros.