Juicio sobre la Contraloría renace de las cenizas

Los múltiples sucesos de octubre del 2019 son una huella dolorosa y triste de la ruptura de una sociedad que se dividió y se confrontó. Se destruyeron los valores más caros de vivir en sociedad: debatir y discrepar civilizadamente.

Todavía el país no parece valorar que, en efecto, estuvo en riesgo la democracia, el Estado de derecho.

Se juntaron distintas violencias represadas como por ‘arte de magia’ y a la demanda de los choferes y propietarios de buses se sumó la de los campesinos que labran la tierra; a la de corrientes políticas populares, los estudiantes románticos que albergaron a los manifestantes indígenas.

A los que protestaban con alguna razón, se sumaron los vándalos, los terroristas que destruyeron bienes públicos y el patrimonio de la ciudad para cosechar en el caos.

Quito se sintió abandonado, sin liderazgo y con una mala entraña que dividió a la sociedad, causó millones en pérdidas y agudizó el desempleo y la destrucción del tejido productivo en varios sectores del país, pocos meses antes de que sobreviniera la pandemia del covid-19.

Todo lo sucedido se agrava con un Informe mal llamado de la verdad, que, a decir de observadores y autoridades de la fuerza pública, es sesgado. Omite hechos graves. A los responsables de la violencia y a los provocadores de los actos de represión nadie parece que los juzga bajo la presunción de inocencia.

Uno de los aspectos que tampoco puede quedar en la impunidad es el incendio del edificio de la Contraloría. Recién la semana pasada se inicia el llamado a juicio contra 27 imputados por presuntos delitos de sabotaje, paralización de servicio público y destrucción de registros.

Habría que comprobar si los hechores seguían alguna directriz, si, como se ha dicho, destruyeron expedientes de forma deliberada y selectiva para que las cenizas de la impunidad dejen sin investigación, indicios ni pruebas el mal uso de los bienes y recursos públicos.

Juzgar, permitir la defensa de los señalados y sentar un precedente. La violencia no es el camino. Los culpables deben ir a la cárcel. Todos.