LOS MUERTOS POR RABIA

La noticia fría habla de 12 muertos por rabia. De ellos nueve son niños. Todos son pobladores de la vasta zona del Trans-Cutucú, una cordillera que marca la geografía de la provincia de Morona-Santiago.

A una hora de viaje en avioneta desde Macas, la capital, en la zona de Taisha, cuya población pertenece a las ancestrales etnias shuar y achuar, se presentó el brote de rabia. De las 160 especies de murciélagos que se han detectado en el Ecuador, solamente tres se alimentan de sangre. Entre ellas el vampiro común (Desmodus rotundus). Los pueblos shuar y achuar, cazadores y nómades de antiguo origen, viven en comunidad.

Grandes chozones elípticos albergan a las familias y los techos de paja no impiden que todo tipo de animales circule por las habitaciones. La mordedura del vampiro común suele suceder con frecuencia y es tan solo uno de los múltiples problemas de salud pública que tienen estos ecuatorianos olvidados en zonas donde no hay luz ni agua potable y los alimentos no abundan o son de un valor nutritivo dudoso.

Una vez que se conoció la noticia se incrementaron las frecuencias de avionetas con las vacunas que solamente se pueden suministrar si las personas han sido expuestas a la mordedura, no son preventivas.

En el mundo 55 000 personas mueren cada año por rabia, según la Organización Mundial de la Salud, pero el 99% se produce por mordeduras caninas. Los perros y los gatos son portadores de la rabia o hidrofobia habituales pero también lo son los zorros, los lobos y los murciélagos.

Allá en la jungla lejana, donde el Estado está casi ausente, la declaratoria de una emergencia sanitaria en 20 kilómetros a la redonda no parece suficiente. En la selva, la sola propaganda oficial no alcanza para salvar vidas inocentes.

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