La circulación en las ciudades se torna difícil: al tráfico de autos, buses y camiones se suman las motos, que se escabullen entre los atascos. A esas dificultades se añade el hecho de que este vehículo liviano se presta también para cometer delitos.
Según la reportería de EL COMERCIO, de un total de 193 escuelas de conducción que existen en el Ecuador con aprobación legal, ninguna es para motociclistas. Una escuela ha intentado registrarse en seis ocasiones, sin éxito, y otra escuela de conductores de mayor arraigo tampoco ha logrado que le aprueben este rubro.
Sin embargo, en las horas de mayor congestión vemos a estos vehículos rápidos infiltrarse entre las filas de autos, muchas veces sin considerar los roces con espejos y los peligros que entraña la posible colisión con autos grandes.
El riesgo en una moto es que tiene el cuerpo de su conductor por carrocería. Muchos intrépidos motociclistas jamás se ponen su casco, ni por casualidad. Algunos transportan a sus familiares, lo que pone en alto riesgo incluso la vida de infantes.
Además de los audaces motoristas hay que decir también que los conductores de autos buses y camiones poco respetan la fragilidad de las motos, muchas veces arremeten contra ellas o les cierran el paso, llevando a los motociclistas a situaciones de peligro evidentes.
Para los conductores de moto que circulen en la noche, el uso de los chalecos fosforescentes se vuele indispensable. Pero las asociaciones de motociclistas se resistieron a usar los números de las placas estampados en chalecos y hasta en los cascos. Esa identificación ayudaría al control.
Las denuncias y los muchos casos de delitos, asaltos y hasta asesinatos cometidos desde motos en movimiento obligan a normas estrictas que toda la sociedad debe observar.