Monarquía y democracia revolucionaria

Que el Presidente de Ecuador tenga más poder que los monarcas de Dinamarca, España, Bélgica, Holanda, Reino Unido, Suecia o Noruega, no es una fantasía. Tampoco lo es que en esos países, a contrapartida del nuestro, la justicia, el Parlamento, los organismos fiscalizadores y la mayoría de instituciones del Estado, sean independientes del rey o la reina y del Jefe de Gobierno.

Rafael Correa ha tomado como un insulto el que un observador señale que él tiene más poder que un rey moderno. “Pobre sufridores, acomplejados, ya no saben qué decir”, espetó en su última sabatina. Pero es real. De los reyes o reinas de los países europeos ninguno gobierna y ni de broma tiene los poderes absolutos de los que gozaron sus antecesores.

Son en realidad símbolos nacionales de unidad, que en algunos casos ejercen únicamente tareas de representatividad diplomática.Las monarquías europeas perviven en sistemas de gobierno parlamentario en los que la democracia ha madurado a niveles elevados junto a sociedades que son cada vez más plurales, liberales, tolerantes y educadas.

En contraste, sistemas como el ecuatoriano han ido concentrando cada vez más poder en una figura, la presidencial, a costa de debilitar los contrapesos institucionales y la independencia de los otros Poderes del Estado, todo en un clima de escasa tolerancia y normativas valóricas conservadoras y controladoras.

En las monarquías nórdicas sería extraño que el rey o el Primer Ministro, que es elegido por el Parlamento, se enfrente y pida la sanción a legisladores o a otras autoridades por el sólo hecho de pretender discutir o legislar sobre el aborto, por ejemplo. En el presidencialismo ecuatoriano, en cambio, tal cosa sucede sin problemas.

Mientras que en varias de las monarquías se permite el aborto, la eutanasia asistida, los matrimonios homosexuales y su derecho a adoptar, en Ecuador han sido frenadas esas posibilidades. Las creencias del Mandatario, totalmente respetables, definen en gran parte y para todos, hasta dónde van ciertos derechos.
Correa se ha molestado ante un comentario respecto a cuál es su poder real frente al de un monarca, que además puso en entredicho a la democracia ecuatoriana.

Hay poco que argumentar a su favor. Las monarquías referidas ciertamente cultivan democracias de alto calibre, mientras la ecuatoriana se vuelve cada vez más autoritaria. Muy posiblemente en el futuro las monarquías desaparecerán, tal como ya lo exigen cientos de miles en España, pero tal cosa será fruto de la democracia y no de la decisión de una persona.

Es una paradoja que las monarquías sean cada vez más democráticas, mientras que las repúblicas que se proclaman revolucionarias sean cada vez más unipersonales.