En pocos meses estará listo el Metro de Quito. El Cabildo aún no divulga el estudio a fondo, y tampoco la definición de la modalidad de operación.
Es obvio que se debe optar por una empresa con experiencia y garantía. Además, la decisión debe ser bien argumentada y comunicarse con total claridad a los vecinos de Quito.
Pero esa no es la única inquietud. El Metro está proyectado para acoger a 400 000 usuarios al día. De momento, algunos expertos señalan que empezará con menos viajes de los previstos en su capacidad máxima.
El trayecto bajo tierra cubre 22 km. La extensión de la ciudad, hacia el sur y al norte del trazado de la vía del Metro, va mucho más allá. Su proyección en 20 años será inmensa.
El exalcalde Mauricio Rodas consideró importante no parar de construir la obra hasta llegar a La Ofelia. Ese sería un primer tramo, dicen algunos entendidos, para luego ir hacia Calderón y Carapungo.
Otros expertos no lo consideran viable por el número de pasajeros, pero todos coinciden en que se debe idear un sistema alimentador para las zonas norte y sur, que arrojan un número significativo de personas que buscan cada día llegar al microcentro y que irá incrementándose. Asimismo, el sistema debe estar bien conectado perpendicularmente.
Esa es una parte del problema y de las soluciones. Miles de usuarios llegan cada día al Playón de La Marín. Si ellos requerirán conectarse con el Metro, necesitarán un sistema expedito de transporte para que el viaje integral sea efectivo.
También hay que poner en marcha toda una red de conexiones periféricas desde los valles circundantes hacia la meseta donde se asienta la capital e incluso para los destinos de occidente a oriente y viceversa, de modo que se articulen los viajes con el Metro y otros sistemas longitudinales, como Ecovía y Trole.
Por esa razón, la planificación debe seguir con gran velocidad y horizonte abierto y técnico, de modo paralelo con la selección de la mejor empresa posible que vuelque su experiencia y conocimiento en la propia operación del Metro.