El anuncio de que se rompía el compromiso con el consorcio al que se le asignó la operación del Metro de Quito es un golpe a la ciudad, a la institucionalidad y a la propia imagen de la capital. Luego del anuncio con bombos y platillos se supo, según informó el Municipio, que el consorcio colombo-francés requería un ajuste económico en su propuesta, algo que no se podía hacer en un contrato con precio fijo. La noticia fue tomada por muchos ciudadanos en redes sociales como una tomadura de pelo, pues veían que se alejaba ese “sueño” de viajar bajo tierra en menor tiempo.
La eficacia de un sistema de transporte es fundamental para mejorar la calidad de vida de una población. Sin embargo, el Metro de Quito se está convirtiendo en uno de los mayores males de la ciudad. Desde Augusto Barrera, pasando por Mauricio Rodas, Jorge Yunda y ahora Santiago Guarderas, ha sido el tema central, mientras se han descuidado otras necesidades de la ciudad. Las obras son finalmente el legado de una Alcaldía. El Distrito no ha podido pensar -y mucho menos inaugurar- ninguna otra obra por el Metro. Nada podrá decir la historia de estas administraciones, más que este sistema de transporte que sigue ahí, como un elefante blanco, existiendo inútilmente.
Toda capital de una república es compleja de gobernar. Eso lo deben saber aquellos que han aspirado y ahora aspiran a ser su burgomaestre. Pero el anuncio de la semana pasada no es más que la evidencia de que Quito no ha sido gobernado por personas con dos elementos necesarios para la cosa pública: conocimiento de la ciudad -que no es saber dónde queda cada barrio, sino tener un plan de ciudad- y capacidad de ejecución.
En Inglaterra, luego de una gran crisis económica y la poca capacidad del gobierno laborista de Harold Wilson, el diario The Daily Mirror, que era de tendencia laborista, publicó un titular devastador: ‘Enough is enough’, cuya traducción no literal sería “¡Ya basta!” Lo cierto es que Quito no merece este tipo de administraciones que, llevadas por la parte más mezquina de la política, dejan a la ciudad peor de lo que la encontraron.