El talón de Aquiles de una ciudad tan atractiva como Quito es el servicio del transporte, cuya calidad deja que desear.
En cuanto a los sistemas masivos -y mientras no llega la solución del Metro-, el Trole y la Ecovía, los circuitos integrados y los autobuses suman la mayoría de los viajes cotidianos.
Todavía no se define el alza de las tarifas. Es verdad que se hallan represadas por más de una década, pero los esfuerzos para controlar la mejora del servicio no parecen ser suficientes.
Aunque una encuesta determine que las paradas se respetan, esas cifras se contradicen con el alto número de choferes sancionados por esa infracción. También la incomodidad, el apretujamiento, los casos tristes de acoso a las mujeres y la inseguridad, siguen siendo problemas sin resolver. El alto costo del subsidio (USD 46 millones hasta febrero) no ha sido suficiente para garantizar la calidad y la seguridad, dos metas permanentes en un servicio público. Si la tarifa sube, es deber del Concejo Municipal exigirlas.
También ha suscitado interés la apertura para 8 000 nuevos taxis antes informales y a los que suman los sistemas de autos privados, que sirven con satélites y teléfonos celulares y establecen competencia a las cooperativas formales del ramo. Para los primeros habrá un servicio de evaluación ‘ on line’, que otorgue garantía a los usuarios. Pero para los sistemas nuevos la calidad de los vehículos podría contrastar con el profesionalismo de los conductores.