LA MATANZA EN LA SELVA

No hay pruebas. Esa era la voz de las autoridades de justicia, que pronto resignaron las primeras indagaciones iniciadas tras la denuncia del Presidente de la Nacionalidad Huaorani, quien advertía de una matanza de 30 personas ocurrida el 29 de marzo. Se movilizó el aparato oficial, hubo sobrevuelos e incursiones en la selva donde habitan pueblos voluntariamente aislados y otros que están en contacto precario con la civilización blanco-mestiza.

Esta semana, la causa, que ya parecía olvidarse, volvió a activarse cuando un programa de Teleamazonas recogió y divulgó un testimonio de un indígena que dice haber participado en la muerte de, al menos, cinco personas como respuesta, a manera de venganza, a la muerte de dos ancianos taromenane. La comprensión del entorno y de los aspectos ancestrales e históricos de los pueblos que habitan la Amazonía es bastante compleja.

Pero también es verdad que el Estado proclama la plurinacionalidad y hasta tiene ministerios, secretarías y varios burócratas proclamando ese reconocimiento.

Más allá del episodio concreto y sobre el que llega la investigación judicial, el país se comprometió a cuidar la condición de esos pueblos sobre los que, otra vez, el valor de las medidas cautelares de la Comisión Interamericana para los Derechos Humanos debió tenerse en cuenta.

La omisión de esa acción estatal deberá también señalarse, para establecer responsabilidades.

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