Con algunos rodeos y también con expectativa, el Distrito Metropolitano de Quito se embarca en la tendencia de las bicicletas eléctricas. Se trata de un medio de transporte que ya tiene un extenso recorrido en otras capitales del mundo y que, por su naturaleza, juega también en favor del medioambiente.
¿Por qué con rodeos? Porque la iniciativa arranca en medio de la ausencia casi total de una cultura ciudadana que se muestre amable con los conductores de los vehículos de dos ruedas. Esa, lamentablemente, es una falencia que afronta la ciudad desde casi siempre.
En tanto que la expectativa emerge por algunas razones. Una de ellas: a partir de este lunes 18, cuando se dé la largada oficial al programa de BiciQuito con 300 biciclos eléctricos, se abre una nueva oportunidad para que finalmente se empiece a fomentar una actitud ciudadana más amigable con los ciclistas. En especial, por parte de los conductores de automotores.
¿Qué más se debe esperar? Que, en medio de las dificultades visibles de la geografía quiteña, se extienda y diversifique el trazado de las ciclorrutas y que estas, efectivamente, sean solo para los pedalistas. Como, por ejemplo, lo ha hecho ya Bogotá, la capital de Colombia, que cuenta con un circuito urbano de unos 300 kilómetros de longitud. O Curitiba, en Brasil, que dispone de uno de más de 120 km.
Para tomar un nuevo aire, Quito requiere, entonces, convertirse en un espacio más cordial con los ciclistas y también con los peatones.