Dos años de muerte y destrucción no parecen suficientes para detener las atroces matanzas de la guerra interna que padece Siria. Los bandos rebeldes atacan poblaciones y el poder militar de la dictadura civil, cuyo caudillo es a la vez heredero del poder por las urnas, sin contendientes, escribió el último brutal episodio de dolor y muerte. No se sabe con certeza la cifra. Entre 600 y 1 300 muertos, civiles inocentes, entre ellos varios niños; las fotos de sus blancas mortajas inundaron las portadas de los principales diarios del planeta. La imagen escalofriante relata el último episodio de una matanza cruel que ya cobra 70 000 muertos en dos años.
La comunidad internacional se muestra impotente. Los expertos en analizar el uso de armas químicas por la dictadura de Bashar Al Assad, no atinan a encontrar indicios desde hace medio año y ya la matanza del martes salta a la vista.
Hay regímenes que le han vendido armas por montos millon arios, otros reaccionan y algunos, como Francia, ayer, piden el uso de la fuerza, pero el dictador laico sigue firme en el genocidio con el respaldo o la ceguera de algunos gobiernos insensatos. Muy cerca, en Egipto, el caos pervive tras el golpe de Estado que derrocó al presidente Mohamed Morsi; la persecución de los militares a los Hermanos Musulmanes es pan del día. Ecos de un movimiento que no tuvo nada de primavera sino más bien de un baño de sangre.