Un nuevo episodio de violencia demencial cundió en Dallas, Estado de Texas, EE.UU.
Esta vez la ira irracional fue descargada contra policías blancos. El episodio interrumpió una manifestación masiva contra la discriminación y la violencia que sufren los afrodescendientes y los delitos policiales contra ellos. Cinco policías murieron y otras nueve personas quedaron heridas.
El hechor principal fue un ex soldado que había peleado en Afganistán. EE.UU. conoce las secuelas que han dejado las guerras en miles de veteranos.
La reacción fue mundial. La televisión puso en antena imágenes tremendas de aquellas que las redes sociales difunden rápidamente y por doquier. Imágenes de dolor y horror.
Otra vez se aviva el debate sobre la libertad de portar armas. El derecho del ciudadano a defenderse versus la locura de desadaptados que causan tragedias. El episodio de Dallas llega por causas muy distintas pero poco tiempo después de los atentados de Estambul o Kabul y tras la tragedia de Orlando.
La discriminación racial, las preferencias sexuales y los enfrentamientos por motivos de religión y cultura se expanden por el planeta y se muestran con velocidad inusitada causando pánico. El terrorismo organizado, la visión fundamentalista o la demencia ocasionada por traumas individuales son algunos de los males de los tiempos que las sociedades deben enfrentar en nombre de la vida y la convivencia civilizada.