El inicio de la temporada de lluvias deja nuevamente en evidencia, a pesar de las obras de mitigación, la fragilidad de algunas zonas del país.
Aunque el fenómeno climatológico de El Niño aún no ha arribado con la crudeza que han pronosticado especialistas internacionales, entre ellos los de la NASA estadounidense, las precipitaciones pluviales de los últimos días encienden las alarmas. Y descubren una vez más la necesidad de que se debe trabajar más en varios frentes.
En particular, la exigencia de redoblar las tareas de prevención se hace más evidente en las provincias de la Costa y de la Sierra centro.
Los estragos que traen consigo los aguaceros y las consecuentes inundaciones ya se sienten con fuerza en esas áreas de la geografía ecuatoriana. Ayer mismo, se suspendieron las clases en los establecimientos educativos de la ciudad de Esmeraldas, a causa de las riadas y deslaves.
Incluso Chone, cantón de la provincia de Manabí, ha resultado anegado. Al margen de los discursos oficiales, el temporal en esa área ha demostrado que, en realidad, el proyecto Multipropósito Chone solo controla el río Grande y que allí la red de alcantarillado es obsoleta y debe ser modernizada.
Pronósticos válidos o no aparte, se hacen imprescindibles la coordinación y una mayor colaboración entre los gobiernos locales y el Ejecutivo. Solo así se paliarán los efectos de una época invernal que apenas ha comenzado.