Las tensiones entre los distintos grupos representados en la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) y el Régimen son evidentes. Más de 200 dirigentes de las filiales de la Conaie discuten en Ambato, hasta hoy incluso, su postura frente al diálogo con el Gobierno que algunos importantes sectores como Ecuarunari y Confeniae consideran roto.
También se analiza el acercamiento con la Asamblea Nacional, como alternativa para enviar proyectos legislativos, y abrir diálogos con otros sectores sociales.
Muchos temas polémicos y de alta importancia están en juego: las leyes de Aguas y de Minería; la propiedad de la tierra, el cuidado de los manglares y la postura frente a la explotación petrolera en la zona de Yasuní-ITT, hasta la estrategia gubernamental de proponer la entrega de frecuencias a las comunidades indígenas, subyacen en las discusiones.
Las más duras posiciones alientan el rompimiento del diálogo, la posibilidad de un levantamiento indígena y hasta la extrema planteada por Pepe Acacho, máximo dirigente de los Shuar y enjuiciado por el Gobierno por el levantamiento de Macas y su intervención radial, quien pide la renuncia del presidente Rafael Correa.
El país espera de la dirigencia indígena una posición que responda a los intereses de toda la nación, un conjunto de habitantes mestizos, indios, negros y de otros orígenes que mantiene problemas postergados de miseria, hambre, desempleo y atraso.
Es hora de que la dirigencia indígena, más allá de las medidas de hecho y episodios legítimos de manifestaciones y protesta, haga a toda la colectividad propuestas viables y maduras.