Frente a los penosos sucesos derivados de la sublevación policial en contra del poder constituido, puede existir la tentación de pasar rápidamente la página. Pero es mejor, aunque resulte más fatigoso y hasta doloroso, analizar las consecuencias que, en los distintos órdenes, deja esta cadena de desatinos que costó vidas y significó desgaste institucional. Y, a partir de ahí, tomar las decisiones más acertadas.
Es necesario revisar, por ejemplo, cómo se harán los ajustes dentro de la Policía. Tomar solamente medidas de retaliación puede resultar contraproducente, después de que aparentemente algo ha fallado en el manejo de una entidad crucial en uno de los temas más importantes para los ecuatorianos como es la seguridad ciudadana. No solo se trata de reorientar a la institución, sino de lograr que esta vuelva a tener credibilidad hacia afuera.
Asimismo se debe revisar la situación de las Fuerzas Armadas: no se puede soslayar que en sus filas persisten las inquietudes sobre los beneficios económicos, como quedó claro cuando se pudo escuchar la versión completa de las declaraciones del Jefe del Comando Conjunto al ratificar su subordinación al poder civil.
Otro ámbito que merece ser revisado es el que se refiere a la formación de las leyes, pues el Ejecutivo y el Legislativo están entrampados en una lógica que genera fricciones con los sectores implicados en las decisiones. El desacuerdo también impacta fuertemente dentro del movimiento gobiernista y se vuelve a evocar la ‘muerte cruzada’.
Simplificar los hechos o confundir los deseos con la realidad, después de los episodios dramáticos del jueves, puede equivaler a dejar sembrada la semilla de la inestabilidad. La institucionalidad ha sido fuertemente afectada y recuperarla demandará reflexión, autocrítica y sensatez.