La Asamblea Nacional, a pocos días del cierre de sus tareas, apura el paso con una agenda de leyes que se propone aprobar, como para cumplir ante el mandato popular que le pide cuentas y le califica de forma severa y crítica.
No es menos cierto que, en la calificación que la población hace sobre la tarea política, la sobreexposición y el debate a veces agrio de los grandes temas discutidos en los parlamentos, los legisladores suelen quedar debiendo en todas partes.
Así, en este caso, apretar el paso para aprobar algunas leyes que pueden causar polémica, más que conseguir el favor de última hora de la aceptación popular puede causar un mayor desgaste de la imagen de la Asamblea saliente.
Además, mientras el ciclo legislativo con el prestigio de los asambleístas salientes, con las peores notas en las encuestas de opinión va concluyendo, la nueva Asamblea entra en otra dinámica y todo es diferente.
En coincidencia de tiempo, la nueva Asamblea, que es fruto del voto popular del 7 de febrero, deberá conformarse y además instalarse de modo semipresencial y virtual el 14 de mayo, apenas ocho días después.
La diversidad de fuerzas sin una nítida mayoría a favor de ningún partido impone acuerdos sensatos y de viabilidad política. Unes tiene el bloque más numeroso, le siguen Pachakutik, Izquierda Democrática, el Partido Social Cristiano y Creo.
A nadie conviene más que al nuevo Gobierno gestar una mayoría para que el trabajo legislativo fluya, sin bloqueos en el parlamento. Pero para que una mayoría clara y sin frenos se concrete habrá que ceder posturas rígidas y procurar líneas maestras de agenda legislativa y adecuada coordinación respetuosa entre los poderes del Estado.
El gran reto nacional es tener una Asamblea que coopere, con sentido crítico, pero con un debate de ideas, positivo y sin bloqueos.
El país quiere afrontar la crisis de salud pública, vacunar rápidamente a más pobladores, generar empleo y levantar la producción con inversión y seguridad. Es tarea de todos a esta hora compleja de la patria.