Las sui géneris elecciones primarias del domingo en Argentina arrojaron algunas sorpresas, una de las más importantes: la derrota peronista en Buenos Aires, que concentra la mayor población del país. A la mandataria argentina Cristina Fernández le resultó insuficiente el nombre de su fallecido esposo Néstor Kirchner, quien tuvo el acierto de enrumbar a ese país tras una severa crisis económica.
Cuando Kirchner llega al poder, en el 2003, lo hace apenas con el 20% de los votos y en medio de la mayor crisis económica de la historia. Su problema era construir un capital político que lo sustente. Lo logró con el discurso anti-FMI, considerado el principal causante de la crisis. La economía creció a tasas asiáticas y el desempleo, el mayor problema de la década de Carlos Menem, bajó a un dígito. Pero la actual Mandataria no pudo capitalizar la buena racha sembrada por su esposo.
Cristina Fernández profundizó la intolerancia hacia los sectores políticos que no le son afines. Vino entonces la primera derrota electoral (2009) que, tal como el domingo, presagiaba el fin del kirchnerismo, pero Cristina fue reelecta con el 54% de los votos. Con la derrota del kirchnerismo el domingo pasado en los principales distritos, hay que ver aún cómo se mueven las fichas en la elecciones legislativas de octubre. Pero hay un dicho en Argentina que pudiera anticipar en mucho lo que vendrá: “El peronismo puede perdonar la traición, pero jamás la derrota”.