Del discurso a la acción en materia de la cruzada ambiental Yasuní-ITT el reto para el Ecuador es de triple condición. Por un lado fundamentar con fuerza y conseguir con abundancia recursos que permitan mantener inexplorada una zona del parque nacional, evitar el Plan B, siempre agazapado que amenaza con la explotación y, especialmente, avanzar en proyectos de energías alternativas.
Lo primero entraña una convicción moral que debe desprenderse del discurso político pro verde hacia una auténtica consecución de recursos con ese propósito. La verdad es que ha pasado mucho tiempo y entre ofertas y ofertas juntar los USD 3 000 millones propuestos suena lejano. La visión pragmática de extraer el petróleo en un país cuya economía ha vivido pendiente del cordón umbilical del hidrocarburo y que avanza con poco cuidado ambiental y el irrespeto a las zonas intangibles y comunidades no contactadas parece más probable.
Pero tenemos un compromiso con las futuras generaciones. Desde la cumbre de los ochenta en Brasil al Protocolo de Kioto y la reticencia de algunas potencias a ratificar el tratado, la conciencia ambiental avanza, como avanzan los efectos cada vez más brutales del calentamiento global -el alza sistemática de temperatura de la tierra- y la evidencia de los desastres provocados por el hombre.
En el horizonte mezquino del 2050 tenemos la obligación inapelable de explorar energías alternativas. La generación hidroeléctrica es la primera y más firme apuesta para atender la creciente demanda y contaminar menos. Hay ideas en marcha que avanzan con más velocidad tras el viaje presidencial al Lejano Oriente de proyectos geotérmicos y de energía generada por viento (los viejos molinos). Sería una auténtica revolución de la conciencia.