Una mancha más al tigre, pero un manchón que lastima la conciencia nacional ya lacerada por las heridas arteras de la corrupción y el uso procaz de dineros del erario nacional y sirven para incrementar fortunas mal habidas.
Si la gran corrupción de los millonarios contratos de obras públicas merece una cirugía mayor, las prácticas rastreras de despojar de una parte de sus ingresos a funcionarios y asesores parlamentarios muestran la poca vergüenza y la miseria de una parte de la clase política que desprestigia al conjunto. Una mancha que merece ser lavada con agua, jabón y castigos severos, los más duros que prescriba la ley.
Las denuncias deben ser investigadas y las de hoy acaso ocultan una práctica de muchos años. Es grave además de que sean dirigentes políticos y dignatarios que han recibido el favor del voto popular los que acudan a esa modalidad de enriquecerse ilícitamente. Pero grave es también que varios ecuatorianos accedan a entregar diezmos -que son como coimas para mantener el cargo- eso también es corrupción.
Aprovechando esta ola de indignación de la conciencia nacional se debe hacer exámenes prolijos para determinar si el cobro de diezmos era cosa aislada de algunos legisladores, era práctica común, o se experimentaba a otras esferas de la administración pública.
Lo importante es que no todo quede en la superficie, que el escándalo no sea tapado con otro escándalo y que investigaciones y sanciones lleguen al fondo.