El 10 de Agosto de 1809 un grupo de patriotas hizo historia y, casi un año después, fueron inmolados. Esta fecha trascendente ha sido escogida en algunas ocasiones para la posesión de presidentes, informes a la nación y discursos fogosos en la Asamblea Nacional, que debería simbolizar la diversidad ideológica y política y la independencia de poderes.
Este 10 de Agosto se cumplen tres años del segundo mandato de Rafael Correa. Su primer período, que se inició en enero de 2007, fue marcado por el cierre del Congreso, la instalación de la Asamblea Constituyente y una nueva Carta Magna. Desde temprano se advirtió el espíritu que alentaba en el cuerpo legal: el hiperpresidencialismo y los riesgos de la concentración de poderes, en contraste con el sistema de pesos y contrapesos que la democracia demanda. Enfrentado a una nueva elección, Correa gozó del apoyo popular y ganó (abril del 2009).
Los cinco poderes que los promotores de la nueva arquitectura constitucional concibieron proclamaban una incidencia ciudadana en el ejercicio político. A casi cuatro años de la Constitución y tres del segundo mandato de Correa, esa premisa no se cumple; mientras que su garantismo ahora incomoda al poder.
El cuerpo legislativo debate al compás que marca el Poder Ejecutivo. La Corte Nacional de Justicia mostró con sus primeras acciones que le es muy difícil distanciarse de sus mentores y lograr la indispensable independencia.
El poder ciudadano no es poder y menos, ciudadano; sus lazos umbilicales con el poder político son incuestionables. Y el Poder Electoral -al igual que la Corte Constitucional- no ha estado a la altura de los cambios ofrecidos. Este 10 de Agosto, igual que en el pasado, asistimos perplejos a una institucionalidad debilitada.