Cortinas de humo por doquier. Cenizas, sonido escalofriante de sirenas. Los incendios forestales en todas las provincias de la Sierra han copado la noticia de la semana.
El final del verano ha sido dantesco. Varios días llevan los bomberos ecuatorianos luchando contra las llamas. Ya hemos tenido que lamentar el fallecimiento de tres bomberos jóvenes, muy jóvenes, en un gran incendio en Puembo. La impotencia se vuelve cotidiana.
Es que la temporada veraniega ha sido inclemente y larga, con una preocupante concentración de incendios en pocos días. Las altas temperaturas -dos días con una marca preocupante de 26 grados- el viento fuerte, el descuido, la falta total de lluvia y acaso la negligencia se desataron juntos en todos estos días.
Ayer la capital mostraba un panorama preocupante: largas columnas de humo, aire contaminado y cenizas en sus linderos. Hubo evacuaciones en zonas como Guápulo, La Floresta y Monjas y otros dos bomberos resultaron heridos.
El Gobierno juntó a varios ministros para abordar la emergencia a nivel nacional y anunciar una recompensa de USD
50 000 para quienes identifiquen a presuntos responsables, pirómanos que deben ser identificados y sancionados.
El Presidente pedirá apoyo internacional en equipamiento y ayuda a países amigos de Sudamérica con más experiencia y recursos.
El Municipio de Quito y el Comité de Operaciones de Emergencia de Pichincha se movilizan y juntan esfuerzos. El fuego destruye y lastima.