Aunque el detalle del nuevo paquete impositivo que aplicará el Gobierno todavía no se divulga, el Presidente se adelantó en anunciar que serán gravados en mayor medida los cigarrillos, los licores y las bebidas azucaradas.
En términos de salud pública parece una decisión acertada, aunque los nuevos gravámenes que se suman a los existentes, por ejemplo, en tabaco y alcohol, no necesariamente suponen una baja de consumo. Siempre queda la puerta falsa del contrabando que los altos impuestos alienta.
Pero la foto de fondo que delata medidas de esta naturaleza es aquella de una caja fiscal agobiada por falta de ingresos suficientes. Los gastos del Estado, que se mantienen elevados, solamente son atendidos con tres fuentes: los ingresos petroleros, los impuestos y la deuda. Pero el precio del crudo ha caído, los empréstitos chinos son ya sumamente cuantiosos y los impuestos, cuyo cobro se ha mejorado sustancialmente, se ven disminuidos ante la contracción económica.
En otro orden de cosas, la aprobación de la ley que busca un seguro de desempleo, el fomento al empleo joven y la reducción de las horas de trabajo, no complace a los trabajadores ni a los empresarios. La manera de afrontar este nuevo año difícil no se fija en el problema central: el gasto fiscal. La influencia estatal ha crecido y la inversión extranjera no encuentra confianza. Se aumentan impuestos pero no se reducen subsidios.