La empresa privada ecuatoriana pide oxígeno al Gobierno. Esa sensación de una carencia vital es producto de la contracción.
Los encuentros de altas autoridades del Régimen se mantienen, aunque muchas veces se siente la frustración por falta de resultados concretos.
Muchas de las peticiones son acumuladas en una lista de propósitos que no siempre llegan a buen puerto. Hace algo más de un año se estableció una lista completa y ciertos cronogramas que, en la práctica, no han llegado a concretarse.
La realidad es que el Régimen ha navegado entre momentos de encuentro y de críticas al sector productivo y empresarial, en medio de una política que durante años privilegió al Estado como factor preponderante, tanto que su incidencia en el mapa nacional llegó a superar a la empresa privada.
Hay equívocos cuando se habla de la empresa privada. Muchas veces se subestima a la gran empresa y al gran capital. A veces se cree que el factor social está ausente, cuando se trata de todo lo contrario. Un sector productivo fuerte con incentivos y horizontes claros puede pensar en inversiones a largo plazo y atraer capitales nacionales y socios extranjeros. La ampliación del impacto social es clave ya que genera miles de plazas de empleo. El sector mediano y pequeño dinamizan la economía, el consumo distribuye riqueza.
Los empresarios esperan que las salvaguardias y las cargas tributarias se revisen, y alcanzar la ansiada seguridad jurídica y el acceso a créditos.