Durante ocho años las relaciones del Régimen con el sector empresarial han tenido vaivenes muy significativos.
La idea de esta reunión debiera superar viejos prejuicios. Los empresarios arriesgan su capital, invierten en el país, generan riqueza, pagan impuestos y abren miles de fuentes de empleo.
Muchas veces los empresarios han llegado con sugerencias hasta el Palacio de Carondelet, algunas veces los han atendido y otras han recibido reprimendas y hasta severas críticas desde el poder.
Una sociedad civilizada merece un diálogo fluido entre los diferentes actores. El Gobierno ha de escuchar a todos.
Trabajadores, sindicatos, empresarios, inversionistas, políticos de distintos signos y la lógica aconsejan asimilar las críticas y ser tolerante con las ideas que circulan en la prensa independiente.
El momento puede ser una oportunidad para superar la polarización y la crítica a quienes producen en el país.
Muy bien que el Presidente exija procesos y una respuesta de calidad en los bienes producidos y máxima responsabilidad de productores y exportadores.
Es bueno también que los empresarios hayan explicado las trabas en la tramitología que durante ocho años el Gobierno no ha podido superar y que alivianaría la pesada carga de engorrosos pasos.
Ahora se proponen, y está bien, revisar los mecanismos para que venga al país inversión extranjera, algo sobre lo que siempre se ha insistido. Claro, cumpliendo normas y pagando impuestos. Esa es la seguridad que se requiere.