A esta altura ya nadie discute que la violencia y la inseguridad son dos de los más significativos problemas que agobian a los ciudadanos. La muerte con nueve disparos de un fotorreportero en El Triunfo muestra la cara más amarga de una situación que el Gobierno se negaba a asumir, pues endilgaba al periodismo y a la divulgación el tono de alarma.
Lo preocupante, más allá del dolor que despierta en su familia y su comunidad, es que Byron Baldeón, de 31 años, había sido llamado a declarar en la Fiscalía para rendir testimonio por una fotografía que él captó en el caso de un robo de un contenedor con electrodomésticos. En las diligencias investigativas se había detenido a tres policías en servicio activo y a dos ciudadanos más. Este Diario denunció en 2010 las investigaciones de sicarios dentro de las mismas filas policiales.
La muerte de Baldeón, colaborador de diario Extra de Guayaquil, prende nuevas alarmas que demandan la reacción de toda la sociedad: la Policía Nacional, la Fiscalía, los jueces, los periodistas y colaboradores de los medios de comunicación y la sociedad toda deben emprender una acción colectiva para evitar que la violencia y el crimen crezcan y las bandas del delito organizado, el narcotráfico y el asesinato se adueñen de calles y plazas.
Muchas veces se repite que en una espiral de violencia e inseguridad se conoce el principio, pero es difícil advertir hasta dónde llegará.
El periodismo se enfrenta a los avatares del acoso verbal desde el poder. Ahora este caso que enluta al país manifiesta síntomas preocupantes que han logrado atemorizar a sociedades y medios, como en Colombia o México. Es hora de una acción colectiva para enfrentar la realidad.