Debe ser la fiebre de la campaña, la urgencia de ganar votos. En ese contexto, en el debate televisado los candidatos presidenciales de Colombia, Juan Manuel Santos y Noemí Sanín, dijeron que volverían a incursionar en territorio extranjero para buscar guerrilleros.
Hace algo más de dos años, la intromisión de soldados colombianos en nuestro territorio para destruir el campamento del narcoterrorista Raúl Reyes y que causó una veintena de muertos de las FARC, conllevó la reacción oficial ecuatoriana y la ruptura de las relaciones diplomáticas, ahora apenas en proceso de normalización.
Más allá del calor de la campaña y los afanes electorales, el Ecuador rechaza enérgicamente esta posibilidad. El Gobierno ha hecho bien en deplorar estas declaraciones.
Nuestro país no debe ser territorio propicio para ningún tipo de fuerzas irregulares extrañas. Aquí no puede incursionar ejército extranjero alguno. Tampoco guerrilleros, paramilitares o narcotraficantes.
El Ecuador reconoce el derecho de la sociedad colombiana, de su pueblo y ejército a luchar contra la brutal violencia terrorista que durante años ha azotado a esa nación. Colombia tiene el derecho a reclamar por vivir en paz y combatir a las fuerzas perversas que atentan contra ella en el marco del respeto a las normas del derecho internacional.
Es importante que nuestras autoridades, en el contexto de las relaciones de buena vecindad, colaboren con el establecimiento legal colombiano en la lucha contra la violencia criminal, y que combatan en nuestro territorio contra las secuelas de este mal que rebasa fronteras.
Al rechazar la intención de cualquier incursión en el Ecuador se suma la condena al terrorismo, al narcotráfico y a la sangre derramada por la lucha guerrillera fratricida.