Las recientes apariciones públicas -reiteradas y acaso sorpresivas- del histórico revolucionario Fidel Castro, líder de uno de los pocos estados comunistas del planeta, ni son ingenuas ni parecen casuales.
Fidel Castro ha sido durante cinco décadas dueño de sus palabras y de sus silencios. Sobrevivió al fallido asalto al cuartel Moncada. Bajó comandando a los barbudos de Sierra Maestra en 1959 en el triunfo de la revolución. Dirigió con éxito la resistencia a la invasión armada de Playa Girón. Superó la crisis de los misiles y proclamó el carácter socialista de la revolución. Pasó períodos especiales, subsidios soviéticos a cambio de alianzas costosas y vio caer a su lado al Imperio Rojo tras la perestroika y vio derrumbarse el Muro de Berlín. Sus discursos histriónicos y eternos ventilaron su antiimperialismo aun cuando el socialismo real se había derrumbado y se quedaba solo. Superó varios atentados contra su vida y la última crisis de salud que lo alejó del poder y lo convirtió casi en un espectro.
Cuba no se abría ni a la democracia ni a la libertad. Las batallas de los derechos humanos se llevaron la vida de Orlando Zapata y tuvieron en el martirologio del Coco Fariñas un episodio que mostró sus miserias.
Así llega Fidel a dar una entrevista al periodista Jeffry Godberg, de la prestigiosa revista The Atlantic a quien dice: “El modelo cubano no funciona ni siquiera para nosotros”. Luego se reafirma Castro y apunta que le divierte cómo el periodista lo interpretó al pie de la letra.
En Cuba empiezan los despidos en la burocracia, se abre el trabajo individual y la pequeña empresa, seña clara del cambio esbozado por Raúl Castro y que quizá Fidel, desde las cenizas quiere encauzar con su prestigio de viejo socialista, de aquel sistema que el siglo XX no pudo sostener.