FF.AA. Y REVOLUCIÓN

Tras los cambios de gabinete operados para componer las listas legislativas, varias piezas del Régimen fueron colocadas en otras funciones. Una de ellas fue María Fernanda Espinosa. Se inauguró en 2007 como Canciller, luego fue embajadora en la ONU y de allí pasó al Ministerio de Patrimonio, para recalar hoy en el Ministerio de Defensa.

Lo curioso es que la ministra fue poeta galardonada, experta en temas ambientales y antropóloga, una formación y vocación que cualquiera diría lejana a la política de altas esferas que pasó a ocupar en este Gobierno.

En su arenga, tras vestir dos días antes traje de camuflaje, ante los soldados y oficiales de las tres ramas, la funcionaria comparó el proceso de hoy con la Revolución Alfarista, toda una ilusión recurrente en este Régimen, e insinuó una supuesta conspiración.

Una telaraña que agobia a las dependencias oficialistas sin aparente sustento.

La tentación de mezclar el papel de las Fuerzas Armadas con la política puede ser una imitación de la escuela ‘bolivariana’ del chavismo, pero es extraña a la tradición profesional y a la razón de ser de nuestras FF.AA.

Los militares tienen la alta misión de resguardar la frontera, preservar la soberanía y la integridad territorial.

Está superada la vieja idea de garantizar la democracia como anacrónicos guardianes paternalistas de aquello que los civiles no fueron capaces. Las tareas de la seguridad interna (rol exclusivo de la Policía) en cuyo proceso solamente de manera temporal y emergente pueden colaborar, no son funciones específicas de las FF.AA. La palabra del Jefe del Comando Conjunto, que apuntó a la ‘causa nacional’, lejana a un proyecto ideológico coyuntural, debe interpretarse como permanente en la vida de la Nación.

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