Si en el 2008 la incursión armada del ejército colombiano a territorio ecuatoriano causó zozobra, así como rechazo nacional, la reportería en la frontera nororiental mostró otras caras del conflicto interno colombiano en el Ecuador.
El presidente Juan Manuel Santos buscó y promovió un diálogo fuera de las fronteras colombianas con las FARC, para acabar con el conflicto interno que desangra a Colombia desde hace más de medio siglo. El lento proceso y sus dificultades se han evidenciado a cada rato y las continuas confrontaciones violentas continúan pese a la instalación de esos diálogos en Cuba.
Después de dos períodos del presidente Álvaro Uribe, de un extenuante trabajo militar con altos costos y una cuota de sacrificio de las fuerzas del orden colombianas, la captura, muerte y apresamiento de varios cabecillas de peso político significativo y la ruptura de buena parte de sus comunicaciones internas de los subversivos, se generó la sensación de una cercanía de la victoria militar de la institucionalidad y el orden.
Los colombianos empezaron a viajar con tranquilidad por sus carreteras, muchos finqueros volvían a sus haciendas sin temor y se respiraba una atmósfera distinta.
Hoy, mientras los diálogos de paz apenas se mueven, las operaciones violentas vuelven a sembrar desconcierto y a despertar fantasmas no tan lejanos.
Colombia se vuelve a preguntar sobre la paz y su futuro.