LAS FARC ATACAN DE NUEVO

La sociedad colombiana ha vuelto a ser sacudida por malas noticias. Las autodenominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) reaparecen con golpes que llaman la atención.

El atentado terrorista, perpetrado en una céntrica calle de Bogotá, recrudece las prácticas criminales del grupo narcoterrorista, que amenaza desde hace décadas la vida de miles de colombianos. Pocos días antes habían secuestrado a un periodista francés.

La sangre inocente derramada en esta injusta lucha contra la civilización pinta de cuerpo entero el trasfondo terrorista de un grupo que, otrora, hacía proclamas de revolución y reivindicaciones en una sociedad ciertamente injusta.

Con el tiempo Colombia y el mundo descubrieron la mano criminal, y la asociación con grupos de narcotraficantes desenmascaró la verdadera entraña de su dirigencia y los ocultos afanes de poder.

Una vez que los narcoguerrilleros fueron combatidos con rigor por las fuerzas del orden, los golpes a sus comunicaciones, los operativos miliares y la muerte de sus cabecillas atenuaron en algo su protagonismo sangriento.

La semana pasada secuestraron a un periodista francés. El pretexto que esgrimieron para llamar la atención fue debatir sobre la libertad de expresión. Matar y hablar de libertad supone una contradicción intrínseca que la sociedad no debe aceptar.

La brutalidad del atentado de Bogotá, dirigido contra un ex Ministro del gobierno de Álvaro Uribe, muestra que sus métodos terroristas son los mismos y su discurso, una proclama mentirosa y falaz.

Frente a esta nueva ola de violencia, Colombia debe seguir luchando contra las FARC con tanto valor y sacrificio como el todavía lejano camino de la paz demanda.

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