La expulsión de la embajadora venezolana en Quito, Carol Delgado y el inmediato llamado a consultas a nuestra en cargada de negocios en Venezuela, Elizabeth Méndez – e inmediata declaratoria del Régimen de Maduro como persona non grata – sitúan el nivel de relaciones entre los dos países el punto más bajo de su historia.
La decisión del Gobierno ecuatoriano es una reacción a las expresiones del ministro de Información de Venezuela, Jorge Rodríguez, quien tachó de mentiroso a Lenin Moreno.
Rápido llego a Quito la encargada ecuatoriana, aún antes de que la embajadora Delgado abandone el país, antes del plazo dado por el Gobierno.
El Canciller ecuatoriano José Valencia –al fin contamos con un diplomático de carrera y buena formación al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores– explicó los principios, plenamente justificados, en que se basa la dura reacción ecuatoriana.
Ecuador mantiene, lo hizo desde antes y lo seguirá haciendo, una actitud fraterna con los venezolanos que llegan al país escapando del hambre, la falta de trabajo y la represión que impera en el país sudamericano y que ha obligado al éxodo de personas más grande del que tenga memoria la historia del continente.
Ecuador seguirá extendiendo su mano solidaria y superando las dificultades de un ingreso masivo de seres humanos urgidos de ayuda.
Ecuador y Venezuela mantendrán relaciones diplomáticas a pesar de su enfriamiento luego del enojoso pero indispensable episodio de la expulsión de la diplomática.
Las oficinas de ambas embajadas y consulados siguen abiertas y los funcionarios de uno y otro país deben contar con todas las garantías para hacer su trabajo en pro de sus connacionales y para atender los asuntos de una relación que no se ha roto aunque la cuerda se haya tensado.
Ecuador y Venezuela escribieron una historia común –fueron parte de la Gran Colombia y compartieron sus tropas y mandos libertarios en el siglo XIX– y los desvíos hacia una relación poco sana de los últimos años deberán ser superados con buena voluntad en un futuro cercano.