El 2016 viene pronto y está lleno de interrogantes. Hace 15 meses el Presidente advertía de las dificultades del nuevo momento.
Las causas aludidas se atribuyen, desde el sector oficial, a la caída de los precios del petróleo y a la depreciación del dólar.
Los pedidos sistemáticos de formar un fondo para contingencias en el pasado nunca se atendieron. Parecía que la bonanza del crudo iba a durar toda la vida. Pero la realidad obliga a comprender la vigencia de los ciclos. El Presupuesto General del Estado se ha ajustado.
Durante todos estos años se ha puesto énfasis en el papel del Estado en la economía. Esa realidad la han señalado de forma reiterada los miembros de los gremios empresariales, mostrando una inquietud permanente por la falta de impulso a ciertas actividades privadas.
Cierto es que varios actores productivos y económicos aprovecharon la bonanza de todos estos años, mientras el discurso político fustigaba a los empresarios y se proclamaba un gobierno socialista del siglo XXI.
Ahora la empresa pide certezas. Hace falta generar confianza para la inversión privada. Hay que construir las condiciones que promuevan la seguridad jurídica y la atmósfera propicia para que vuelvan capitales que se han ido y lleguen otros. No se sabe si la alianza público-privada funcionará, pero es indispensable.
Solo en la confianza y la creación de más empresas y en la instalación de una vigorosa actividad productiva cabe el crecimiento de fuentes estables de empleo, impuestos y bienestar social.