Los medios de comunicación de Estados Unidos y el mundo traen esta semana los detalles de las escuchas telefónicas implantadas a la prestigiosa agencia de noticias Associated Press (AP).
So pretexto de seguridad nacional, el Gobierno pidió a AP que embargara una noticia de la acción de la CIA para frustrar un atentado terrorista relacionado con Al Qaeda. Tras reiterados pedidos y sin que el Gobierno confirmara la noticia, la agencia se dispuso a lanzarla pidiendo al Gobierno que la entregara minutos después a los demás medios. Las autoridades se negaron y pincharon los teléfonos de los periodistas, en busca de datos sobre el informante.
No es nada nuevo. Los pinchazos telefónicos y las filtraciones son parte de la historia de las luchas por la libre expresión que se libran en todo el planeta, allá donde hay un gobierno dispuesto a ocultar algo y unos periodistas que quieren revelarlo. No es una batalla ideológica como se la quiere hacer aparecer. Los periodistas primero son periodistas, no fueron antes liberales o socialistas ni son republicanos o demócratas ni son derechistas ni izquierdistas. Y aunque los medios pudieran tener o hubieran tenido una tendencia, su compromiso primero es con las audiencias (lectores, escuchas, televidentes).
Este episodio es uno más entre el poder y los periodistas por la vigencia de la libertad de expresión, que pertenece a toda la gente y no solo a medios y a periodistas.