Este 3 de junio se une a la historia personal de las familias de los periodistas de este Diario y a sus compañeros.
Un hecho significativo, con la emotiva presencia de representantes de la familia de los periodistas, se cumplió en Washington.
El memorial de los periodistas caídos en el ejercicio de su tarea une los nombres de los ecuatorianos Javier Ortega y Paúl Rivas. Ellos, junto al conductor Efraín Segarra, fueron secuestrados en Mataje, Ecuador. Tres semanas después los captores los asesinaron vilmente en Colombia.
La familia, los miembros de la empresa y la redacción de este Diario, sintieron el abrazo inmenso y solidario de miles de ecuatorianos que acompañaron las vigilias y marchas o se enteraban, día a día, de la angustia y la zozobra porque el equipo periodístico no volvía a casa.
Durante los días terribles de marzo y abril del 2018 el sentido humano y el calor fraterno acompañaron el dolor. Los periodistas no suelen ser protagonistas de la noticia sino que son los llamados a contarla. Esta vez, la historia tristemente se trastocó.
La cobertura que realizaba el equipo respondía a la violencia desatada en la provincia de Esmeraldas y los ataques terroristas a nuestras fuerzas del orden. Las audiencias merecían el relato y este y otros equipos destinados a la cobertura hicieron su trabajo con pulcritud en pro de la noticia y del derecho de la gente a saber lo que sucede.
En esa tarea miles de periodistas en el mundo han pagado con su vida el desafío de una labor exigente.
El Newseum de Washington D.C., en Estados Unidos, acoge el Journalists Memorial.
Allí están los nombres de los 2 323 periodistas asesinados, y un relato de su historia personal y las circunstancias de su muerte.
Las fotografías de Javier Ortega y Paúl Rivas quedaron para siempre en memorial tan célebre como triste.
Las historias narradas por sus crónicas, textos y graficas publicadas en el Diario ya son parte de la historia nacional de un momento complejo imposible de olvidar. Las familias y la ciudadanía esperan respuestas.