El mundo globalizado cifra en el comercio uno de sus puntales. Estados Unidos y China mantienen un pulso ya largo y los desacuerdos suelen ser más frecuentes que los momentos de negociaciones fructíferas.
La interdependencia y el intercambio de productos es uno de los signos de los tiempos. Los equilibrios y asimetrías entre los países marcan un ritmo a veces armonioso y muchas veces vertiginoso.
Estados Unidos mantiene un intercambio comercial con gran parte del mundo. Uno de los puntales de su comercio exterior es, sin duda, la República Popular China.
En julio del 2018 se iniciaron las negociaciones para superar la guerra comercial entre ambas potencias, marcadas por acercamientos y tensiones, como los de ahora.
La semana pasada los equipos negociadores de ambas naciones se dieron cita en Shanghái. Todo parecía marchar por buen camino hasta que el presidente Donald Trump anunció que en septiembre próximo gravará con 10% de aranceles a varios productos chinos que ingresan a EE.UU. El anuncio de la medida, se dijo, no interrumpía las conversaciones, como sucedió en mayo pasado. Solo luego de la cita de Osaka, cuando Donald Trump y Xi Jinping se reunieron, los diálogos se reanudaron.
La medida anunciada por Trump supone un varapalo para los consumidores estadounidenses, que verán incrementos en los precios de productos provenientes de China. En 2018 Estados Unidos importó USD 557 900 millones de ese país, ahora el nuevo impuesto puede afectar a productos por hasta USD 300 000 millones, según diario El País.
La agencia noticiosa oficial china Xinhua cree que los agricultores estadounidenses están con pánico, pues China compra inmensas cantidades de soja y algodón a EE.UU. y ese comercio puede afectarse.
Para los analistas, el nuevo pulseo es la táctica que Trump revela en su libro ‘El arte de la negociación’ que, para Pekín, no tiene sentido como política de Estado. China dejó ayer que el yuan pierda valor y alargó una salida a la guerra comercial.