La desaparición del glaciar del Carihuairazo, como ha documentado el investigador Bolívar Cáceres, representa una señal inequívoca de los efectos devastadores del cambio climático en Ecuador. Este fenómeno natural, acelerado por la actividad humana, ha borrado de nuestro paisaje una fuente vital de agua, de la cual dependían numerosas comunidades para su abastecimiento. Hoy, enfrentan una crisis de seguridad hídrica que amenaza su forma de vida y revela un vacío de preparación para las consecuencias de nuestra propia irresponsabilidad medioambiental.
El Carihuairazo, ubicado a 10 kilómetros del Chimborazo, era un monumento al equilibrio natural que sostenía a las comunidades andinas aledañas, entre ellas Cunucyacu. Esta región y sus habitantes solían beneficiarse del glaciar que, hasta hace poco, ofrecía agua pura y constante. Sin embargo, el calentamiento global y el cambio en las precipitaciones precipitaron su extinción, como lo documentó este Medio el pasado jueves 24 de octubre de 2024, en la conmemoración del Día Mundial del Cambio Climático.
La pérdida del glaciar del Carihuairazo es una llamada de atención que no podemos ignorar. Las autoridades y la sociedad deben reconocer esta crisis como un reflejo de las políticas inadecuadas de manejo de recursos y protección ambiental. Lo del Carihuariazo es una tragedia, pero puede ser también una parábola de lo que sucederá en el futuro si no tomamos medidas urgentes.
Según estudios, entre 1956 y 2015, el Carihuairazo perdió un 78,2% de su glaciar, y el 22% restante se desvaneció hasta su desaparición total en 2024. Este ritmo alarmante subraya cómo nuestras acciones y omisiones, al no enfrentar de manera firme la crisis climática, han destruido el frágil balance de estos ecosistemas.
Más allá de los números, el colapso del glaciar pone en jaque a cientos de personas cuya supervivencia depende del agua que este proveía. En Cunucyacu, por ejemplo, la falta de acceso a agua potable representa un cambio dramático en su seguridad hídrica.
Esas comunidades rurales se encuentran ante una encrucijada: adaptarse rápidamente a nuevas fuentes de agua, muchas de las cuales son costosas e insuficientes, o enfrentar una creciente precariedad. Este drama ecológico-social es también un grito de advertencia para las ciudades que, en el mediano plazo, podrían enfrentar problemas similares si no se adoptan políticas de adaptación robustas y urgentes.
La pérdida del glaciar del Carihuairazo es una llamada de atención que no podemos ignorar. Las autoridades y la sociedad deben reconocer esta crisis como un reflejo de las políticas inadecuadas de manejo de recursos y protección ambiental. Lo del Carihuariazo es una tragedia, pero puede ser también una parábola de lo que sucederá en el futuro si no tomamos medidas urgentes. El tiempo de las advertencias ya ha pasado; ahora, enfrentamos las consecuencias.