El rezago y abandono escolar, asà como las brechas de conocimiento en distintos estratos sociales, zonas geográficas y entre estudiantes de establecimientos públicos y privados son indicadores que demandan acciones urgentes y radicales. La razón es simple: en mediano y largo plazo se traducirán en menor o mayor desigualdad económica.
Estos dos meses de vacaciones en la Sierra y AmazonÃa pudieran ser una oportuna ventana de tiempo para que la comunidad educativa-que incluye a docentes, estudiantes, padres y autoridades- se plantee preguntas como: ¿qué realmente aprendieron los alumnos que estuvieron en el vaivén de lo presencial, virtual y en ciertos casos ni lo uno ni lo otro, en el último ciclo escolar?
Más allá de los Ãndices de aprobación, el sector requiere de una profunda reforma, que a lo mejor implique más costos y ajustes, pero que no puede quedar en la sala de espera o en mesas de diálogo en las que se sigue priorizando el diagnóstico sobre las soluciones. Las brechas de conocimiento que se arrastran por años -agravadas por la pandemia- deben y tienen que ser acortadas con estrategias innovadoras, que no solo se inclinen en beneficios para los educandos sino en crecimiento como paÃs. Esto, además, se vuelve apremiante dentro de la nueva normalidad en la que en cualquier momento se activa el riesgo sanitario por rebrotes del covid-19 y se obliga a volver a la modalidad virtual.
El mismo Ministerio de Educación maneja cifras que requieren mejoras, entre ellas por ejemplo: la tasa bruta de matrÃcula de la Educación General Básica en las zonas rurales para el 2021 fue de 62,5%. Para junio pasado, especÃficamente, en el régimen Costa se registra un dato referencial de apenas 29%.
El porcentaje de entidades educativas fiscales que cuentan con una cobertura de Internet a escala nacional llega al 45%, por lo que se esperarÃa que la agenda digital que plantea el Gobierno tenga como prioridad a estas instituciones, sin contar con que se necesita ampliar la cobertura del servicio a hogares de zonas rurales, alejadas y urbano-marginales para acercar el aprendizaje a los más vulnerables que, entre otras cosas, están en la espera.