Mientras en Ecuador los sismos nos tienen sumidos entre la perplejidad y el miedo, Sudamérica trepida.
Los 180 días de pausa en la Presidencia de Dilma Rousseff tienen múltiples lecturas. Sus partidarios dicen que se trata de un golpe de estado puro y duro.
Los aspirantes a sucederle creen que hay razones suficientes para encausarle e incluso destituirle del solio de modo definitivo. Lo curioso es que las razones para el ‘impeachment’ (juicio político) no son las conocidas de sobra de la corrupción, que carcome al establecimiento político de ese país y por las que el Partido de los Trabajadores tendrá que responder, sino por haber maquillado las cifras para ocultar la debacle económica imperante. Por ahora, el mismo vicepresidente Temer tiene muchas críticas que responder.
En el Caribe la situación empeora, no solo para un acorralado y desconcertado Nicolás Maduro, sino para una oposición que no logra concretar el referendo revocatorio de un mandato que no respetó las distintas corrientes políticas. Con un agrio discurso descalifica al Secretario General de la OEA. José Mujica lo considera loco.
En el sur, Mauricio Macri , tras dejar atrás al kirchnerismo, confronta con el poder peronista que es mayoría en el Congreso, veta la ley antidespidos y recibe la tacha de su rival Daniel Scioli quien lo acusa de no tener apego a la institucionalidad. Macri, con su afán de cambios, navega en su propia tormenta con el populismo astuto.