Amenazas, presencia de armados, desplazamientos forzados, pescadores reclutados y, en suma, un estado de indefensión, tienen en vilo a pobladores de zonas deprimidas en la frontera norte.
EL COMERCIO ha hecho recorridos y ha presentado reportajes que pintan con claridad el mapa de violencia y temor que cunde en varias zonas de la provincia de Esmeraldas.
En poblados como El Quingue, tras el naufragio de una nave clandestina, los delincuentes han llegado para intimidar a los pobladores y presionarlos a que entreguen los paquetes de droga que, suponen, han llegado a las orillas.
En otras zonas, la amenaza tiene que ver con el pedido de que les entreguen terrenos. Exigen que los pobladores los desalojen por las buenas o por las malas para emplearlos, presuntamente, para acopiar los alijos de droga.
En la provincia se han afincado, y no desde hace poco tiempo, varios grupos al margen de la ley. La economía de los pobladores de escasos recursos termina dependiendo de esas actividades. El caso de los cientos de pescadores presos en el exterior es una muestra.
Versiones oficiales dan cuenta de que hay grupos armados de narcotraficantes que operan en distintas zonas de esa provincia y de las de Manabí y Santo Domingo, algo que se denuncia desde hace años, sin que la fuerza pública alcance a contener estas actividades.
La reciente explosión en el cuartel policial de San Lorenzo volvió a prender las alertas de un problema irresuelto.