La posesión del general Édison Narváez en la Comandancia del Ejército coincide con las expectativas sobre el papel de los militares en las votaciones del 2 de abril.
El general Narváez fue nombrado para el alto cargo luego de un proceso que dejó en el camino a oficiales más antiguos y en el cual el Jefe de Estado acudió a procedimientos reglamentarios.
El nombramiento del alto oficial se produce luego de un episodio ventilado ante la opinión pública y que forzó la salida del comandante del Ejército, Luis Castro, luego de sus críticas al manejo de las urnas en el proceso electoral y a su señalamiento de la ruptura de la cadena de custodia el 19 de febrero, durante la primera vuelta electoral.
A nadie escapa que aquel papel dirimente que tuvieron las Fuerzas Armadas en las disputas políticas de los actores civiles del pasado tenía que ser superado, pero nadie desconoce que los militares son, en el Ecuador, un factor clave de unidad y que la ciudadanía confía en su palabra y en su capacidad organizativa comprobada.
Justamente por esa razón, y más allá del apoyo crucial en tareas de seguridad y custodia de los materiales electorales, su presencia garantiza que se preserve la calidad del proceso en su conjunto. Seguramente junto a los delegados de las dos candidaturas y los miembros de la Policía, ayudarán a que se despeje cualquier suspicacia. Algo muy importante cuando de cuidar la pureza del sufragio se trata. Es uno de los retos del nuevo Comandante.